Se trata de una nueva versión de icono callejero a caballo entre el grafiti y el ‘stencil’.
Juan Francisco García se preguntó que pintaba un kiwi de papel pegado a cuatro metros de altura en el poste de la entrada al Banesto de San Francisco. Le pareció absurdo. A los pocos días pasó por Puerta Pilar y vio en el techo la misma silueta rodeada de otras cabezas de papel.
Un compañero de trabajo le comentó que las había visto en otras calles del barrio y a los pocos días vio en el hoy.es un vídeo que hablaba del tema. Algunos lectores que vieron aquel vídeo -uno de los más comentados en todo el día- lo veían como un nuevo ‘street art’ y otros como puntos de drogas camuflados. A Juan Francisco no le cuadra lo de la droga porque también se han pegado en locales cerrados, pero los kiwis del Casco Antiguo ya no pasan desapercibidos entre la marabunta de carteles que cuelgan en las calles del Casco.
En la casa derruida que hace esquina de la calle Santo Domingo, en el cruce de Hernán Cortés con San Juan o en la Bravo Murillo, se puede ver la misma figura. Su proliferación es un misterio porque cada semana aparece en algún rincón distinto. No se sabe cuando empezaron a pegarse en la pared, pero en Hernán Cortés, un vecino que vive junto a la discoteca Kubika donde hay uno, cuenta que lo vio antes del verano.
El autor o autores han ido perfeccionando sus creaciones. Al principio sólo pegaban una imagen de la fruta, más tarde las fueron acompañando de caras de iconografía manga y ahora se atreve con dibujos más trabajados . En una pared derribada de la calle Hernán Cortés instalaron un dibujo de una boca con colmillos que salen del muro.
Su última obra es una estatua de papel del ‘pirulo’ (un pedigüeño muy conocido en el barrio) y su perro ‘caramelo’ al hombro. Se ve en la subida a la plaza Alta, en la fachada de la casa abandonada que hay antes de la churrería. Entre las piernas del ‘pirulo’ se aprecia la fruta de otros sitios, por lo que se intuye que el autor es el mismo. La estampa tiene más de metro y medio, lo que requiere de un trabajo previo de dibujo y recorte más entretenido.
El kiwi representa el nuevo formato de icono callejero, a caballo entre el grafiti de siempre y el ‘stencil’, moldes sobre los que se aplica un spray.
Aunque en Badajoz se han visto recientemente, las figuras de papel encaladas en las paredes aparecieron hace tiempo en algunas capitales europeas. En Berlín, por ejemplo, este tipo de arte urbano tiene muchos seguidores.
En el mundo del grafiti hay quien se resiste a considerarlo como tal porque no se hace en el momento sobre la pared. Los autores de encalados trabajan de forma meditada en un lugar cerrado, donde pintan y recortan la obra sin temor y después las incrustan en el exterior sin que nadie les vea siguiendo la misma técnica de los carteles publicitarios. Se esparce cola por el muro, se pega el papel y, de nuevo, se vuelve a encolar para fijarlo.
Su retirada resulta muy sencilla y no deja rastro porque no se aplica directamente sobre los muros.
En el caso del autor o autores de Badajoz, su principal seña de identidad se basa en hacerlos visibles en puntos altos, donde sólo alcanzan con una escalera. Además de la altura, asumen el riesgo de ser vistos en la calle con una escalera.
En la plaza Alta llegaron hasta lo alto de la farola, pero coincidió con la instalación de la iluminación especial para la Noche en Blanco y apenas permaneció unos días.
También se fijan en calles pocos transitadas y sitios cerrados. El pub ‘kamea’ de la calle Bravo Murillo lleva meses cerrados y el kiwi permanecerá en su fachada hasta que llegue algún nuevo arrendatario al local. Lo mismo ocurre con el ‘Kubika’ de Santo Domingo.
Sobre los creadores no hay muchas pistas. En las calles donde se han pegado nadie ha visto como lo han hecho ni pueden precisar cuando. La Policía Local tampoco ha informado recientemente de alguna actuación de actos vandálicos contra el patrimonio (en el caso de puerta Trinidad se puede considerar como tal) ni de denuncias de propietarios por pegada ilegal de carteles en sus propiedades. Los artistas urbanos se están volviendo cada vez más atrevidos, y en este caso, no tan dañinos porque el papel no es lo mismo que el spray.